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La fruta del tiempo

Las estrellas fugaces - I

Las estrellas fugaces - I

Andrzej se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta esperando encontrar un paquete de tabaco. Hacía más de dos años que había sustituido los cigarrillos por el cubo de Rubik y más tarde por la cámara fotográfica, pero mirar por el objetivo no le mitigaba la ansiedad de sus pulmones. Entró en un estanco, compró un paquete de tabaco y se sentó en un banco. Se sentía raro. Si fumaba un cigarrillo al llegar a casa Eva lo notaría y le preguntaría la razón por la que había vuelto a fumar. Tal vez, pensaba, por haber descubierto que él ocupaba el espacio con la misma resistencia que ocupaba el tiempo, es decir, ninguna, atravesado por las circunstancias sin ánimo de cambiarlas, tan sólo dejándose desgastar como las rocas de la Costa Brava o las del espigón de la Barceloneta.

Por su parte Eva no había aterrizado del todo. Continuaba en su propio limbo del aeropuerto, pecera donde los altavoces entonaban cantos de sirena.

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