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La fruta del tiempo

Las estrellas fugaces - III

Las estrellas fugaces - III

Hacia finales de enero, cuando acabaron de recoger todas las bombillas que habían iluminado las compras de Navidad, otra plaga se cernió sobre los árboles de Barcelona. De un día para otro brigadas municipales iniciaron la poda. Cintas oficiales y conos de tráfico envolvieron los coches aparcados, avisando de la inminente carnicería de ramas que caería sobre sus carrocerías. Coleccionista de imágenes, fotografiaba los muñones de los árboles que dejaban a su paso los operarios municipales. Algunos ejemplares enfermos eran arrancados y el vacío que dejaban en las aceras era el de obuses que al explotar amputaban miembros de la ciudad.

Los días límpidos del invierno le ofrecían magníficas visiones para su objetivo. Al cabo, las imágenes superpuestas de una y otra ciudad se empezaban a diferenciar. Cracovia pertenecía al pasado y Barcelona al presente. Aquel día Andrzej tiró el paquete de tabaco al suelo sin llegar a abrirlo y decidió que esa misma noche hablaría con Eva del futuro.

 

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