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La fruta del tiempo

Solsticio

Solsticio - I

Solsticio - I A su paso el tren iba abriendo el horizonte como si se tratase de una cremallera. Detrás, se amontonaba el paisaje como ropa que espera el regreso para volver a vestir los ojos.

Solsticio - II

Solsticio - II

Los restos de metralla de los bombardeos horadaban las paredes de la iglesia, sus esquinas albergaban cascos de cerveza y orines mientras que el mismo escenario servía a los niños de la vecina escuela como patio de recreo. Castigada por algún tipo de lepra, la ciudad con la que se habían topado en sus pesquisas inmobiliarias se ofrecía a medias, oculta por andamios y telas opacas. En las calles estrechas del Gótico o del Raval las mallas de metal le enredaban los pasos y la mirada.

Solsticio - III

Solsticio - III - Un poema de Ángel González habla de los lugares propicios para el amor cuando llega el frío. Señala los contrafuertes de las iglesias que protegen del viento, y para mí este lugar posee esas cualidades. Oculto, resguardado de la Barcelona de diseño. A veces juego a imaginar que en los solares abandonados habitan dinosaurios que roban la comida a los gatos, monstruos pacíficos como el del lago Ness que saben ocultarse a los ojos de la gente.