Solsticio - I
A su paso el tren iba abriendo el horizonte como si se tratase de una cremallera. Detrás, se amontonaba el paisaje como ropa que espera el regreso para volver a vestir los ojos.
Los restos de metralla de los bombardeos horadaban las paredes de la iglesia, sus esquinas albergaban cascos de cerveza y orines mientras que el mismo escenario servía a los niños de la vecina escuela como patio de recreo. Castigada por algún tipo de lepra, la ciudad con la que se habían topado en sus pesquisas inmobiliarias se ofrecía a medias, oculta por andamios y telas opacas. En las calles estrechas del Gótico o del Raval las mallas de metal le enredaban los pasos y la mirada.